jueves, 1 de junio de 2017

Los apodos como fuente de mobbing y sus consecuencias

Los apodos como fuente de mobbing y sus consecuencias 


Semanas atrás acudí a un empresa local a realizar un taller de trabajo en equipo, en el cual pude notar cierta incomodidad de algunos de los participantes al ser llamados por sus apodos por sus compañeros, al terminar el taller la responsable de recursos humanos, me comentó que comunicarse con apodos era un problema recurrente y que necesitaban atenderlo de inmediato porque estaba generando problemas de integración y respeto.  Esto me hizo recordar una situación similar que me ocurrió años atrás en una empresa metalmecánica, donde a raíz de un taller de comunicación, salió a la luz el malestar de los trabajadores por los apodos que tenían, en este caso recuerdo que el gerente me comentó que inicialmente él pensaba que lo hacían por diversión, porque todos se reían, pero luego del taller se había dado cuenta que no es  un motivo de diversión sino de preocupación.



Que tan graves pueden ser los apodos en el ambiente laboral. Para ello debemos comenzar entendiendo que significa la palabra apodo, de acuerdo al diccionario de la RAE (2017), esta palabra tiene como primera acepción “Nombre que suele darse a una persona, tomado de sus defectos corporales o de alguna otra circunstancia”; pero en su segunda acepción menos utilizada, nos dice que es “chiste o dicho gracioso con que se califica a alguien o algo, sirviéndose ordinariamente de una ingeniosa comparación”, este último nos puede llevar a pensar lo hábil que debe ser una persona para poner apodos a otros, sin embargo,  cuando ésta se vuelve una conducta repetitiva y se realiza en el lugar de trabajo, ¿sigue siendo igual de divertido para todos?

En internet encontramos una variada literatura sobre este tema, por ejemplo llamar a las personas por sus sobrenombres o apodos es una práctica usual de los ciudadanos de muchos países; sin embargo, resulta interesante investigar que motiva este comportamiento del ser humano.  Creo que es común para todos haber tenido algún tipo de apodo en la infancia, sobre todo aquellos puestos por nuestros padres, tíos o abuelos, sin duda, ninguno de ellos con mala intención, luego cuando vamos creciendo, algunos de éstos se han mantenido o han desaparecido con el tiempo.  Tengo la teoría de que la televisión, uno de los elementos de más influencia durante nuestra infancia y adolescencia, puede ser uno de los co-responsable de este comportamiento en nuestra etapa adulta, ya que podemos haber crecido con la idea de que poner apodos es “completamente normal” por ejemplo ¿Qué latino no ha visto el chavo del 8 al menos una sola vez? ¿Recuerdas algún capítulo en el cual no se haya utilizado algún apodo al referirse  a alguno de sus personajes?, no descarto que muchos programas cómicos recurren a los apodos para causar risa; sin embargo, hasta que punto exponer a los infantes a este tipo de programas sea realmente saludable.

Mac Donald (2009) sostiene que “en este mundo latinoamericano de los sobrenombres, sería una de las grandes marcas que influyen la vida social, puesto que hay personas que detestan el sobrenombre que les han dado y muchos psicólogos han descrito la imborrable huella que deja un mote mal intencionado, despectivo, o con deseos de causar daño psíquico. Y muchas veces, deviene de ese registro físico de carácter visual, que la propia sociedad percibe de cada quien”. 

Mac Donald confirma que no siempre los apodos son bien recibidos por sus destinatarios, sino más bien, en muchos casos pueden dañar psicológicamente a la persona afectada.  Esto recuerda el caso que me comentó un colega sobre un trabajador que era llamado “tacita”, la razón, él había perdido una oreja en un accidente laboral.  No bastaba con el infortunio de haber sido desmembrado de una parte de su cuerpo, ahora este colaborador tenía que vivir con un apodo que lo iba a marcar de por vida, como bien menciona Mac Donald, este apodo proviene del registro físico y visual de su cuerpo.

Esta experiencia nos lleva a profundizar un poco más sobre las motivaciones que nos a las personas a colocar apodos a otros, de acuerdo con Quint, H. (2007), en el apodo burlesco destacan dos principios en su creación:

  1. La doble faceta del ser humano, por un lado el ser humano se conduce por la vida con un comportamiento moral y apropiado, y por otro lado, tiene la necesidad de liberar la carga cotidiana y reírse.
  2. El principio de la trasgresión, que se da en dos niveles, el primero de la amistad, donde todos sus miembros del grupo se ven como iguales y se “suelta la lengua”, aquí aparecen las groserías, el tuteo y se rompen las barreras sociales, donde es fácil identificar un amigo con un defecto y colocarle un apodo, él se vuelve el centro de la atención y todos se ríen de él, aquí la igualdad se desestabiliza, se da una jerarquía social donde el que recibió el apodo se encuentra abajo y los demás por encima.   El segundo nivel, donde se trasgrede la verticalidad del orden, se rompe una jerarquía social por ejemplo cuando un subordinado pone un apodo al jefe, en este caso el hombre busca la igualdad rompiendo barreras sociales. 
En general, el autor propone que “poner un apodo es un acto voluntario,  la intención del hablante es la burla y el escarnio”.

Es posible que durante un momento determinado, dado un contexto y circunstancia se brinde un apodo, un sobrenombre, un mote, que cause risa y hasta burla, como un hecho aislado no repetitivo ni constante, no debería preocuparnos, pero ¿cuándo es que este apodo que genera burla se convierte en acoso laboral?.

Hirigoyen (1999), define el acoso en el lugar de trabajo como “cualquier manifestación de una conducta abusiva y, especialmente, los comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica de un individuo, o que puedan poner en peligro su empleo, o degradar el clima de trabajo”. También resalta que en un grupo es normal que sucedan conflictos, una palabra hiriente en un momento de exasperación o mal humor, no tiene mucha importancia; sin embargo lo es cuando las vejaciones y la humillación son repetitivas.

Esto nos lleva a otro concepto, “mobbing”, el nombre proviene del verbo inglés to mob y significa acosar, atropellar o atacar en masa; luego Konrad Lorenz lo usa “para describir los ataques de los animales débiles contra otros más fuertes de la misma especie o de otra”, de acuerdo con Coulson (2007),  en español usamos expresiones como “acoso moral en el trabajo”, “acoso psicológico en el trabajo”, “psicoterror laboral” u “hostigamiento psicológico en el trabajo”.

Para Hirigoyen (1999)  el acoso en el lugar de trabajo se produce a veces “por un sentimiento de envida de alguien que posee alguna cosa que los demás no tienen”.  De igual forma las agresiones entre compañeros de trabajo pueden surgir por enemistades personales o por “competencia en la que uno de los protagonistas intenta destacar a expensas de otro”.

De acuerdo con Carvajal & all (2013) el mobbing genera una serie de consecuencias en la persona y la organización. En la persona genera depresión, ansiedad, desesperación, ira, nerviosismo, melancolía apatía, falta de concentración, agresividad, fobia social, trastorno del sueño, cabios en la personalidad, síndrome de estrés pos-traumático, problemas psicológicos, trastornos psicosomáticos y suicidios.  Además para las organizaciones el mobbing disminuye la productividad y compromiso, genera absentismo por enfermedad, insatisfacción en el trabajo, mayor rotación de personal, costos de producción más elevados, disminución de la motivación. Hirigoyen (1999) sostiene que “una persona acosada no puede rendir al máximo de sus posibilidades. Presta menos atención, se muestra ineficaz y da pie a que se critique la calidad de su trabajo”. Dominguez & all (2011) afirma que el “El mobbing mostró una relación estadísticamente significativa con los problemas de salud y la inclinación al absentismo”.

Finalmente, podemos concluir que los apodos burlescos y repetitivos son una fuente de acoso laboral (mobbing) que resulta perjudicial a los que reciben el apodo y cuyas consecuencias son perjudiciales tanto para la persona que recibe el apodo como para la organización.  Los líderes de cada organización deben prestar especial atención a este tipo de comportamiento, para detectarlo y tratarlo a tiempo antes de que se pueda volver una conducta que en lugar de arreglarse por sí sola, terminará por deteriorar el clima, la satisfacción y la motivación laboral.

Referencias
  • Mac Donald, R. (2009). Literatura, retórica, semiótica: el apodo como significación de las características físicas del cuerpo. Revista Cultura De Guatemala, 30(3), 93-101
  • Quint, H. (2007). Un acercamiento pragmático al apodo burlesco. Guadalajara, MX: Universidad de Guadalajara. Retrieved from http://www.ebrary.com
  • Domínguez, N. C., Gil-Monte, P. R., & Luciano Devis, J. V. (2011). Antecedentes y consecuencias del acoso psicológico en el trabajo. Psicothema, 23(4), 617-623.
  • Hirigoyen, M. (1999). El acoso moral-el maltrato psicológico en la vida cotidiana. (1999). Barcelona:Paidós.
  • Coulson, C. M. (2007). « Mobbing » Acoso psicológico en el trabajo. Hospitalidad ESDAI, (12), 39-55
  • Carvajal Oroz, José G., & Dávila Londoño, Carlos A.. (2013). Mobbing or workplace harassment. Review of the issue in Colombia. Cuadernos de Administración (Universidad del Valle), 29(49), 95-106. Retrieved June 01, 2017, from http://www.scielo.org.co/scielo.php?script= sci_arttext&pid=S0120-46452013000100011&lng=en&tlng=en.

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